Londres pausaba su escritura

Entrelazar los tiempos nuevos con los olvidados y los que nunca existieron desprendían el sonido en las letras de Virginia. Escribir al compás de una búsqueda constante la llevaba a recorrer caminos sin tiempo. Componer la existencia de cada palabra en sus novelas y en sus diarios llamaba a una cadencia que concedía la exquisitez a su escritura. 

El paso de los años por las calles de Londres contaba historias propias. La memoria del barrio de Bloomsbury era parte de los trazos de Vanessa en las paredes de la finca de Charleston en Sussex, de la geografía de un jardín envuelto de azaleas y un estanque cubierto de movimiento. Era el correr del tiempo en los sueños de Virginia y del momento en que cada calle del barrio sostuvo el comienzo de su escritura.

En una tarde de otoño, donde el sonido del viento parece extenderse sin rumbo, Virginia regresaba al instante de su infancia. Recordó el oleaje de Escocia y de la isla de Skye¹ donde el verano en familia brillaba frente al mar. El momento de escribir la historia llegaba bajo el recuerdo del trayecto, de los días en que vivir frente al mar marcaba el tiempo de su destino. 

“Todo es efímero como el arcoíris” trazaba en un primer esbozo desde su estudio en la casa 52 de Tavistock Sq. en Londres. “Escribiré sobre la percepción del tiempo y lo convertiré en mi personaje principal. Situaré la historia en dos días separados por diez años. La trama girará en torno a la familia Ramsay y las reflexiones sobre la visita a un faro que cambiará su futuro.” 

Es así como Virginia, envuelta en distintos momentos, revive su infancia y la plasma en su novela “Al faro” bajo el recuerdo de su propia familia y de un universo delimitado por una casa y un cuadro junto a la ventana. 

Caminar el tiempo dentro de esta novela, en donde la presencia de diálogo es casi nula y la mayor parte está escrita a modo de pensamientos y reflexiones, llevó a Virginia a revivir sentimientos de dolor y de pérdida. Con un trazo irremediable y contundente anotaba sobre el escrito que “volvía a sentirse sola ante la presencia de su eterna antagonista: la vida”. 

Fue así como en el año de 1927, la editorial Hogarth Press publica “Al faro”, ² su quinta novela. Con esta obra y con la anterior, “Mrs. Dalloway”, la crítica literaria destacaba la originalidad de su escritura. Fue así como Virginia y el sonido de Escocia sostuvieron la cadencia de un rumbo que existió en un solo momento.   

Londres pausaba su escritura. La ciudad reclamaba sus pasos y su tiempo. Regresar a los lugares que marcaron su existencia, la de ella y la de los demás, implicaba redoblar esquinas y contar anécdotas en horas de sosiego y quietud. Bloomsbury era el centro del amor y la complicidad, del furor y de los secretos. “Las calles tienen un tiempo y una memoria” repetía en su mente mientras caminaba con su hermana Vanessa. “Ayer pensaba en Richmond donde la historia de una imprenta y un jardín botánico me acompañaron en mi añoranza por las calles de Londres”.  ¿Recuerdas aquella casa con el número 34 de Paradise Rd. conocida como Hogarth House?.  

Tras un segundo de silencio y en destiempo, Virginia rememoraba su vida tras el recuerdo de los años que pasó en un suburbio a veinticinco minutos en tren del centro de Londres. Era 1917 y en un impulso tras pasar por Holborn, un barrio en Londres, compraron una pequeña imprenta manual. Así nacía la editorial Hogarth Press y el camino hacia Richmond.³

Su cadencia cambió. Virginia escribía por las mañanas, salía a caminar por las tardes y leía por las noches. Richmond, con sus vistas panorámicas desde la pasarela sobre los árboles, insinuaba un rumbo distinto para su escritura y sus pasos. Desde el piso más alto de su casa en Paradise Rd., Virginia observaba los picos de los árboles de Kew Gardens (Patrimonio de la Humanidad), así como su icónica Pagoda. 

El río Támesis que cruza Richmond y la belleza de los jardines merecen ser escritos. Fue así como desde el ensueño, Virginia construyó a partir de palabras rítmicas su famoso cuento corto “Kew Gardens” en donde a partir de imágenes rotas el tiempo fluía entre las conversaciones de los visitantes hasta el desasosiego y la lentitud del andar de un caracol. La pausa en este movimiento significó reencontrar un ritmo distinto en la tranquilidad de su escritura.

Regresar al sonido y al estruendo de la velocidad, donde el tiempo vive en las largas conversaciones frente a la chimenea, provocaba la alegría del momento. Las palabras se convertían en sinfonía y la memoria de un caracol en Richmond y el oleaje de Escocia bosquejaban la cadencia que retomaba el caminar por Londres. 

Fue así como aquel día y al pasar de los años, Virginia escribía en su diario: “sentada aquí en mi estudio espero con esta sensación de que el tiempo cambia y la vida se vuelve irreal y ágil para desvanecerse, mientras el mundo continuará por millones y millones de años.”

El tiempo con Virginia viajó en el viento de sus novelas, de su caminar entre palabras, amores y conciencias. Fue el lazo que coincidió con su vida, a veces cómplice y otras rival, donde una pausa cambió la brújula de su escritura.

1. La isla de Skye es la isla más grande de las Hébridas Interiores en Escocia.

2. “Al faro”: La revista Time incluyó la novela en su lista de las 100 mejores novelas en lengua inglesa entre 1923 y 2005. La Modern Library la consideró una de las mejores novelas en inglés del siglo XX.

3. Hogarth Press se convirtió en una gran editorial comercial que lanzó 527 títulos en 29 años, entre ellos se cuentan autores como T.S. Eliot, Katherine Mansfield y E.M. Forster.

 

* Como dato informativo: En la mayor parte de sus novelas, Virginia hace referencia al “tiempo” como parte del contexto: “Orlando” (1928): Viaje en el tiempo; “Las Olas”: Compás (1931); “Entre actos” (1941): Distorsión del tiempo y la vida.­

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