El trayecto de Orlando

Componer el misterio de las dinastías inglesas envueltas de leyendas y secretos, ha sido inspiración en la obra de artistas y escritores. Los han convertido en protagonistas de sus deseos y sus propias historias. El anhelo de un personaje idílico y en destiempo recorría la mente de Virginia con la velocidad de un amor fugaz. Revivirlo significaba recuperar en cada siglo un momento de amor y un destello de inquietud.  

En los años veinte Londres revivía el brillo de sus calles. La búsqueda de lo nuevo inspiraba el ensayo de formas distintas de pensar, de escribir historias perdidas que huyeron a principios de siglo. Las noches de fiesta y furor se intensifican en el barrio de Bloomsbury donde los encuentros intencionados colmaban las horas sin límite.  

Virginia rememoraba, mirando a través de su ventana, el pasado de las calles que observaba. Pensaba en el presente y en la sensación de los caminos que coinciden. Especulaba sobre lo que seguiría, sobre la idea de un personaje que recorriera siglos y volviera a nacer del encuentro, de la perspicacia del instinto que ronda por los tiempos imperfectos. Pensar en la ruptura del minuto que se pierde en el esbozo de un boceto, envolvía las horas más lúcidas en la mente de Virginia.

Tras el silencio y el primer esbozo, la ráfaga de Orlando comienza a encenderse. 

Una casa con linaje ubicada en Kent y a treinta y cinco kilómetros de Londres contaba los pasos de una historia que buscaba trascender por los siglos. Trescientas sesenta y cinco habitaciones, cincuenta y dos escaleras, doce entradas y siete patios componían la estructura de una casa que volaba al tiempo de un calendario.¹

La diversidad de cuadros, estatuas, pinturas, el Gran Salón, el Salón de Baile, las paredes forradas de madera mostraban la majestuosidad de Knole y de la última dinastía que ocupó la casa: Los Sackville.  Ahí, en el ático, nacía una poeta: Vita Sackville-West, aristócrata, creadora de jardines y viajera, traspasaba con audacia las relaciones que la ataban al mundo. Su cercana amistad con Virginia prometía construir el camino certero hacia una promesa literaria.

A Virginia le apasionaba el linaje aristocrático de Vita, el desenfado con el que rompía las reglas de la nobleza y su pasado en Knole. Anhelaba conocer las raíces de una dinastía heredada y el camino hacia la majestuosidad de la casa donde había nacido. 

Virginia pasaba tiempo en Knole, guiada por Vita, tomaba notas muy detalladas acerca de sus impresiones, de lo que veía, de lo que sentía mientras recorría las habitaciones y los grandes salones al tiempo que terminaba de concebir el libro que escribiría, el del anhelo y la ráfaga: Orlando, una biografía y una burla sobre el género: “Mi propia vena lírica ha de ser satirizada”. La poeta, la casa calendario, el protagonista y la escritora, coincidían en el tiempo perfecto.  

Así comenzó Orlando: La vida de su protagonista empezaría en el siglo XVI y terminaría en el siglo XX. Orlando comenzaría siendo un joven y a la mitad de la historia se convertiría en una mujer.

Durante el proceso creativo, Virginia anotaba en su diario: “me abandoné a la delicia de esta farsa que disfruto sin fin. Me ha provocado un dolor de cabeza de tanto escribir y he tenido que detenerme y tomar un pequeño somnífero anoche. Estoy escribiendo Orlando en un estilo burlón y sencillo. Debo cuidar que exista un equilibrio entre la realidad y la fantasía”. Las horas se perdían en su estudio a la luz del atardecer londinense. Escribir una novela con voces intercaladas de vivencias, de imágenes reales y construidas, llamaba al silencio de la escritora. Su protagonista era fugaz debajo de un hechizo. 

Virginia recorría las plazas del barrio de Bloomsbury. Descifrar el rumbo de su protagonista la llevaba a abandonar el refugio de sus letras para rondar por las calles. Encontrar el significado real de su escritura la llevaba a recolectar sonidos, a combinar voces y a entrelazar encuentros en cada esquina del barrio.

En su merodeo callejero, imaginaba los aromas de un pasado desconocido, de un lugar rodeado de jardines con árboles tristes. La fantasía que rodeaba a su protagonista debiese tener momentos felices, llenos de esplendor y aire nuevo. Al paso por las calles del barrio pensaba también en reescribir cada palabra. La ausencia de Vita descomponía las voces de continuidad. 

Así, en un día tras la neblina, Virginia terminó la novela. Regresaba de la fantasía a la realidad. Había tanto en este proceso creativo y del caminar constante por las habitaciones de Knole, la convivencia con los cuadros desde la ficción y la realidad de la vida de Vita con sus altibajos y sus aventuras, que Virginia debiese volver al presente y publicar el trayecto de Orlando. 

Orlando se publicó el día 11 de octubre de 1928. La editorial Hogarth Press, propiedad de Leonard y Virginia Woolf, fue la encargada de imprimir las primeras copias de la novela. Virginia envió a Vita el manuscrito original grabado en la portada con una dedicatoria: “Virginia to Vita”, a lo cual Vita le respondió en una carta: “No puedo decir nada excepto que me encuentro completamente encandilada, fascinada, encantada, bajo un hechizo … y es que después de todo me toca tan personalmente. Querida, no sé y ni siquiera me gusta describir, tan avasallada estoy, cómo has podido colgar tan espléndido atuendo sobre una pobre insignificancia”. Y así bajo la misma cadencia Vita emocionada agregaba: “Has inventado una nueva forma de narcisismo pues, confieso, estoy enamorada de Orlando”. 

Londres y la escritora concedían el regreso de los siglos a un manuscrito que vivirá por siempre en la casa con linaje.

Orlando fue el regalo incondicional al amor. Virginia trazó el camino sin barreras a partir de una escritura luminosa. La escritora y su protagonista caminaron mundos irrepetibles, crearon veredas lúcidas donde el amor y el linaje coinciden en el último minuto.

1. Una “Casa calendario” contiene simbólicamente elementos arquitectónicos en cantidades que simbolizan los números representativos de días en un año, semanas en un año, meses en un año y días en una semana. 

 

* Como dato informativo: Los Beatles grabaron en Knole Park el video de Penny Lane (1967). Se puede ver a los Beatles montando a caballo pasando por debajo de un arco y en las escenas con candelabros.

Cartografías

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